En este momento histórico consideramos imprescindible organizarnos para dar respuesta a las necesidades materiales y emocionales de nuestras comunidades; desarrollar prácticas de autodefensa y ataque a los sistemas de dominación, y desplegar imaginarios revolucionarios que se opongan al realismo capitalista, que pretende sumergirnos en una narrativa de pacificación social y de aceptación del statu quo como única realidad posible.
Cuando hablamos de organizarnos no proponemos una Organización con una propuesta política hegemónica/única, porque esto nos llevaría a acabar reproduciendo las mismas dinámicas de poder y opresión que pretendemos combatir. Al contrario, entendemos con organización formas diversas de avanzar juntes de manera estratégica, consciente, responsable y comprometida. Un marco ético y práctico que sea vertebral de nuestro actuar, de nuestras elecciones cotidianas y que camine hacia un horizonte libre de dominación, patriarcal, racista, colonial y de clase.
Somos un grupo transfeminista organizado que se articula desde los movimientos sociales y políticos y que busca una ruptura revolucionaria con las lógicas del expolio y la explotación. A la vez, construimos comunidades de resistencia capaces de materializar en el ahora el futuro que soñamos. Para esto consideramos necesaria una ética militante que guie nuestras prácticas y que nos da herramientas para combatir las actitudes y valores que hemos incorporado del sistema patriarcal, liberal y colonial. Como decía Audre Lorde, nunca podremos desmantelar la casa del amo con las herramientas del amo, por eso consideramos que toda propuesta política necesita desarrollar unos valores fuera del sistema de dominación al que se opone. Hemos decidido nombrar esta actitud frente a la lucha y dentro de ella como «militancia no patriarcal». La militancia no patriarcal es una constante batalla personal y colectiva para representar estos valores.
No obstante, debemos decir que definirnos como militantes nos supone unos cuantos retos.
El primero es cómo superar las definiciones clásicas de “militancia” y sus prácticas derivadas. Es decir, cómo apropiarnos del término para definir una forma de vivir y luchar, y a la vez resignificarlo alejado de unas prácticas que en la experiencia nos han demostrado ser todo lo contrario de revolucionarias. Unas prácticas que están conectadas a una idea de hacer política desde lugares muy pocos sostenibles, y que solo unos pocos sujetos privilegiados pueden llevar a cabo. Por tanto, creemos que la reproducción de estas prácticas es la reproducción misma de los sistemas de opresión de los cuales nos queremos deshacer.
El segundo es cómo recuperar el bagaje histórico y político feminista de «lo personal es político” alejándonos de ciertas derivaciones más bien liberales, individualistas, autoindulgentes y de búsqueda del confort. Queremos decir lo personal es político pero, sobre todo, lo político tiene que ser necesariamente una cuestión personal y trascendente en la vida de cualquier revolucionaria.
Finalmente, somos conscientes que definirnos militantes o definir lo que es y debe ser la militancia, puede fácilmente caer en unas dinámicas exclusivas y dirigentes, donde una vanguardia iluminada se sobrepone e impone a otras personas sin agencia. Lejos de querer crear esta separación, intentamos, mediante nuestra experiencia y la de las que estuvieron antes de nosotres, pensar qué significa para un grupo organizado de mujeres e identidades sexogénero disidentes el concepto de «militancia no patriarcal».
Existen muchas definiciones de la palabra militante, para la Màquia-Azadî Jin militantes son aquelles que apuestan por la construcción de un proyecto político colectivo y buscan incorporar, trasmitir y extender sus bases éticas en su actuar cotidiano y en las luchas de/en las que participan.
En este sentido, consideramos como un mínimo necesario tener una práctica de compañerismo basada en el compromiso y en la responsabilidad hacia la lucha. Esto significa vivir bajo la premisa que nuestra vida es y tiene que ser un lugar de lucha, desde
los pequeños gestos cotidianos a los grandes ejemplos de las guerrilleras que cruzan nuestras historias y geografías. Una idea que recoge muy bien Sakine Cansiz, compañera revolucionaria, guerrillera y fundadora del Movimiento de Liberación del Kurdistan y del Movimiento de Liberación de Mujeres Kurdas, en el título de su libro autobiográfico «Toda mi vida fue una lucha». Estar en la lucha es una manera de estar en el mundo, aunque cambie la forma, la esencia siempre permanece.
Además, entendemos la lucha no solo como un lugar de renuncias y dolor sino también como un lugar de alegrías, celebraciones, momentos épicos y momentos tragicómicos.
La militancia no patriarcal parte de la idea de construir vínculos de acompañamiento y crecimiento mutuo, conscientes de nuestras diversidades y situaciones vitales y cómo estas se traducen en nuestra forma de militar. Asimismo, delante de necesidades individuales procuramos buscar formas de cuidado comunitario, no liberal e individualista y, así, evitar que situaciones personales se conviertan en exigencias absolutas para el grupo y las comunidades donde luchamos.
A su vez, somos conscientes que nos atraviesan diferentes experiencias de clase, de origen, de salud y de capacidades. Hablamos diferentes idiomas. Expresamos desde lugares distintos, de nosotres dependen o no otros seres… Para nosotres ha sido un aprendizaje que cada une tenga su lugar des del que encontrar un lugar colectivo. Ha sido un reto en un momento histórico como este, donde prima lo individual, el identitarismo, la polarización y la fragmentación de las luchas.
La militancia no patriarcal es una apuesta contra la disociación entre la vida y la lucha, entre el “para mí” y el “para afuera”. Para que la militancia sea sostenible tiene que estar integrada en las vidas y cuerpos de sus militantes. Tiene que ser lugar de arrope. Y también, e inevitablemente, de confrontación con nosotres mismes. No hay militancia en la comodidad permanente y, menos, en la no patriarcal, que desafía una forma de vivir el mundo y de relacionarnos.
La militancia no patriarcal es algo que no nos han enseñado en este tiempo y lugar en el que vivimos. Es un tipo de cultura militante que vamos construyendo, que pone en diálogo métodos y maneras que hemos aprendido en distintos lugares y analizando si nos sirven o no. La militancia no patriarcal es situada, no es una verdad universal.
Somos militantes porque lo elegimos y, a la vez, porque no tenemos otra opción. Frente a la barbarie que nos quieren presentar como un futuro inevitable, solo tenemos nuestras comunidades resistentes, nuestras organizaciones y, en última instancia, nuestra propia vida como única posibilidad de rescate, como barricadas físicas y simbólicas, como promesa a nuestres hijes.
Dejar de luchar, dejar de resistir a este sistema, de las miles de maneras posibles, es no dejar opción de libertad a la vida que vendrá.